El
estado de las autonomías se convierte en objeto de debate cuando no
se tienen argumentos de provecho en otros temas.
Resulta
más que penoso ver como los políticos debaten sobre una posible
modificación de la carta magna del país cuando hace bien poco,
tanto que todavía se encuentra en la memoria de los más
despistados. Es más lamentable todavía que se esté insultando
nuevamente la capacidad de raciocinio del ciudadano malversando
argumentos políticos en sentido de los propios intereses
anteponiendo éstos, a los del pueblo que representan.
El
tema de los nacionalismos no es la primera vez que se utiliza a modo
de cortina de humo para evitar temas más espinosos.
Si
que es cierto que para todo aquel que se inclina por los temas de
identidad nacional antes que por otros de carácter socioeconómico,
el sentimiento de pertinencia a un pueblo no es pecata minuta.
Con
esto no solamente quiero hacer un llamamiento al respeto que sin duda
es la base para toda convivencia de calidad que se precie, sino
también llegar a una reflexión que creo también se debe tener en
consideración: El perfil de todo aquel que argumenta sobre el tema;
Por un lado tenemos al político situado en el dique seco de las
soluciones eficaces a la actual situación, que en tiempos de bonanza
ha evitado elegantemente el tema; Por otro lado tenemos a la masa
social insatisfecha, ya sea por la mala situación en que se
encuentra o por el descontento ante la pasividad e ineficacia de
todas las medidas tomadas con el fin de solucionar los problemas que
han minado el proyecto de estado de bienestar en el que hasta hace
bien poco estábamos inmersos; Por último no puedo dejar de nombrar
al más importante, al nacionalista confeso a las duras y a las
maduras, ese que no cambia su ideología en función de la dirección
de los vientos que corren y que permanece fiel a sus principios.
Justamente
a éste, al hombre de principios es al que en estos últimos tiempos
se le intenta esquilmar en lugar de los facinerosos de tres al cuarto
que han sabido dilapidar con maestría de corsario las naves que nos
competen a todos, siendo muchos de ellos premiados por ello,
señalando alguna cabeza de turco a tal efecto por si fuese
necesario.
A
todo esto y por si no fuese ya bastante, no podemos dejar de tener en
cuenta a todos aquellos que decretan contra natura, ya no digo contra
ley sino contra natura para exprimir en última instancia a todo
aquel que todavía echa gota y jactándose de su vileza de manera
mezquina, aclarando su impunidad, su inmunidad y la brevedad de su
momento. Con una alusión al refranero, recordando con sonrisa
burlona que para lo que le queda en el convento, se caga dentro.
Podría
ser que el arreglo a tanto dislate ya no se encuentre en semicírculos
al uso y a falta de cojones que disparen una auténtica revuelta de
base, sólo nos quedan los santos, auqe visto lo visto, esto no lo
arregla ni el santo por antonomasia San Simón Templar, que hasta con
los más malos malotes se atreve.
No hay comentarios:
Publicar un comentario