domingo, 7 de julio de 2013

LA VENGANZA DEL SANTO

El estado de las autonomías se convierte en objeto de debate cuando no se tienen argumentos de provecho en otros temas.
Resulta más que penoso ver como los políticos debaten sobre una posible modificación de la carta magna del país cuando hace bien poco, tanto que todavía se encuentra en la memoria de los más despistados. Es más lamentable todavía que se esté insultando nuevamente la capacidad de raciocinio del ciudadano malversando argumentos políticos en sentido de los propios intereses anteponiendo éstos, a los del pueblo que representan.
El tema de los nacionalismos no es la primera vez que se utiliza a modo de cortina de humo para evitar temas más espinosos.
Si que es cierto que para todo aquel que se inclina por los temas de identidad nacional antes que por otros de carácter socioeconómico, el sentimiento de pertinencia a un pueblo no es pecata minuta.
Con esto no solamente quiero hacer un llamamiento al respeto que sin duda es la base para toda convivencia de calidad que se precie, sino también llegar a una reflexión que creo también se debe tener en consideración: El perfil de todo aquel que argumenta sobre el tema; Por un lado tenemos al político situado en el dique seco de las soluciones eficaces a la actual situación, que en tiempos de bonanza ha evitado elegantemente el tema; Por otro lado tenemos a la masa social insatisfecha, ya sea por la mala situación en que se encuentra o por el descontento ante la pasividad e ineficacia de todas las medidas tomadas con el fin de solucionar los problemas que han minado el proyecto de estado de bienestar en el que hasta hace bien poco estábamos inmersos; Por último no puedo dejar de nombrar al más importante, al nacionalista confeso a las duras y a las maduras, ese que no cambia su ideología en función de la dirección de los vientos que corren y que permanece fiel a sus principios.
Justamente a éste, al hombre de principios es al que en estos últimos tiempos se le intenta esquilmar en lugar de los facinerosos de tres al cuarto que han sabido dilapidar con maestría de corsario las naves que nos competen a todos, siendo muchos de ellos premiados por ello, señalando alguna cabeza de turco a tal efecto por si fuese necesario.
A todo esto y por si no fuese ya bastante, no podemos dejar de tener en cuenta a todos aquellos que decretan contra natura, ya no digo contra ley sino contra natura para exprimir en última instancia a todo aquel que todavía echa gota y jactándose de su vileza de manera mezquina, aclarando su impunidad, su inmunidad y la brevedad de su momento. Con una alusión al refranero, recordando con sonrisa burlona que para lo que le queda en el convento, se caga dentro.
Podría ser que el arreglo a tanto dislate ya no se encuentre en semicírculos al uso y a falta de cojones que disparen una auténtica revuelta de base, sólo nos quedan los santos, auqe visto lo visto, esto no lo arregla ni el santo por antonomasia San Simón Templar, que hasta con los más malos malotes se atreve.

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